Seminario Dock Of The Bay 2019
Z Aretoa, Tabakalera
Jueves 10 de enero, 2019
16:30 — 20:00 h.
La música, la imagen, el relato
“Me preguntaba si no sería la música el ejemplo único de lo que hubiera podido ser la comunicación de las almas de no haberse inventado el lenguaje, la formación de las palabras, el análisis de las ideas. La música es como una posibilidad que no se ha realizado”
(Marcel Proust, La prisionera)
1. Un segundero / Una aguja de vinilo
La tercera pista de la Cara A era Yesterday.
Había encontrado el recopilatorio en un mercadillo del extrarradio mucho antes de que salieran las reediciones de 2015, cuando encontrar un vinilo en buenas condiciones de los Beatles por menos de ochenta euros era poco menos que un esfuerzo titánico. Todo el disco estaba impoluto, excepto esa tercera pista de la Cara A. Ese es el gesto inimitable que tienen los discos de segunda mano: cuando vuelves a ellos, de alguna manera, estás escuchando el tiempo que compartieron con sus antiguos y anónimos poseedores. En fin, Yesterday.
Extraño objeto, el disco tradicional: recorrerlo es destruirlo, vivirlo es siempre erosionarlo. No es extraño que sea tan redondo como los relojes, y dicho sea de paso, igual de implacable. Algo falla cuando nosotros envejecemos a más velocidad que nuestra colección de discos.
Dicen los audiófilos que lo que recuperamos al volver al sonido del vinilo no es tanto una cierta calidad inimitable o una cierta riqueza sonora. Antes bien: recuperamos una manera muy concreta de percibir fenomenológicamente nuestro propio pasado, de volver a una manera de experimentar el sonido que no puede ser reproducida en ningún otro equipo. Esto es: volvemos a utilizar la música para releer nuestro propio pasado. Ya lo dijo también Ricoeur: cuando leemos un texto, en realidad nos estamos leyendo a nosotros mismos.
2. Una imagen / Un relato
Puede parecer ingenuo volver a reivindicar el relato en el documental musical en un momento en el que todo se vende como fragmentado, líquido y desestructurado. El relato entendido no tanto como una imposición clásica de géneros, miradas, lugares para la cámara y manera de montar una cierta historia (la de un grupo, una canción o un concierto), sino antes bien, de organizar la experiencia del espectador como una transmisión íntima, confiada, bien dirigida.
En el documental musical se suele permitir la pasión o el aprendizaje porque todo se juega en el gesto: la manera de coger una púa, o de tomar aire antes de arrojar una cierta nota, o de situarse bajo el foco. Cualquier cosa que acabe con los bustos parlantes y devuelva el verdadero poder musical a la imagen: ritornelos de Deleuze y Guattari, solos de Jimi Hendrix, polvos de talco para bailar Northern en un local de Wigan. Recuperar el gesto para recuperar nuestro propio pasado: individual, colectivo, inventado, traicionado, resucitado.
Este año, el Seminario Dock of the bay: “La música, la imagen, el relato”, de la mano del Departamento de Cultura de Diputación Foral de Gipuzkoa, invita a preguntarnos por la pertinencia del relato en el documental musical, por sus conexiones con la literatura, el teatro o las bellas artes, por sus estructuras, sus anomalías y sus transmisiones. Queremos, en definitiva, contar(nos) la música mediante el cine.
Aarón Rodríguez Serrano
Coordinador del Seminario Dock of the Bay