Reseña by Fernando Iradier: Don´t follow mw (I´m lost). A film about Bobby Bare Jr.


La cara de Bobby Bare Jr. podría aparecer en un diccionario debajo de la palabra “desastre”. Vástago de uno de los grandes iconos del country americano, su carrera musical parece acarrear consigo la maldición del artista “hijo de”. Divorciado, con cuatro niños a cuestas y unos kilos de más, Bobby se embarca en una gira de trincheras junto a la banda Blue Giant. Han pasado catorce años desde que sacara su último disco. Aquí no hay estrellato, hoteles de lujo ni grandes recintos a rebosar. En su lugar encontramos pequeños conciertos en restaurantes, iglesias y escuelas, moteles al borde de las polvorientas carreteras del Medio Oeste y grandes dificultades para recuperar lo puesto. Quizás la escena que mejor ejemplifica este patetismo sea esa en la que el cantante deja una copia de su disco a las puertas cerradas de una emisora local. Y lo cierto es que no se lo merece, porque este documental nos descubre de paso que algunas de sus canciones molan un rato largo.

El director William Miller no ha pretendido convertir la figura de Bobby Bare Jr. en algo fascinante ni reivindicar la calidad del indie-rock que practica, tan solo hacer un retrato honesto de un niño grande -y en ocasiones bastante intratable- dividido entre el amor a su familia y a su música. Don’t Follow Me nos habla, en definitiva, de sueños truncados y maneras de vivir imposibles en la segunda división de la música. También de lo jodido que puede llegar a ser el destino, sobre todo después de empezar con ese adorable dueto padre-hijo que hará que a más de uno se le caiga la baba. O tal vez no. Esperen a ver los títulos de créditos si han extraído esta conclusión de la película. Ironías de la vida, mientras redactaba esta reseña he sabido que este señor tocó hace unos años en la primera edición del Donostikluba donostiarra. El concierto debió de ser una auténtica maravilla pero la mala suerte no perdona: Había cuatro gatos en la sala para apreciarlo.