“El foso” es un gran mosaico que nos muestra todos los engranajes ocultos de esa gran maquinaria que es el Gran Teatre del Liceu barcelonés. Y la película no sólo nos lleva a ese foso que la da título, y donde los músicos de la orquesta permanecen a resguardo de la indiscreta mirada del espectador que asiste a la ópera, sino que también se fija en los oficios más humildes, y alejados de la música, como pintores, tramollistas, encargados del vestuario, y un sinfín de trabajadores sin los cuales el telón no se alzaría.
Así, “El foso” permanece alejado del concepto más idealizado y elitista de la ópera, y de los grandes teatros y auditorios. De hecho, apenas se ve a los cantantes, y durante los ensayos (algunos de los momentos más interesantes de la película) el director de la orquesta será siempre una voz en off, que va corrigiendo, y aconsejando a los músicos. Los protagonistas de “El foso” son aquellos a los que durante la representación no se puede ver. A lo largo de la película iremos conociendo a varios de estos músicos, e iremos comprobando como la orquesta del Liceu se ha convertido en una auténtica Legión Extranjera, en la que conviven músicos de todas las nacionalidades. Son estos los únicos momentos en los que abandonamos el teatro, para conocer el origen de estos músicos que nos cuentan cómo desde Brasil, Albania, Alemania, China, o La Mancha, han acabado recalando en la orquesta del Liceu. También, la película nos descubrirá la faceta de artesano al cuidado de sus instrumentos.
Como he empezado diciendo, “El foso” es un gran mosaico. Y su director Ricardo Íscar ha trabajado cada una de las teselas que conforman este mosaico con extraordinario cuidado. Los encuadres, y la iluminación de alguna de estas pequeñas secuencias son verdaderas exhibiciones de gusto y mimo. .
Dricius.