Reseña by Fernando Iradier: Barón Rojo. Larga vida al Rock&Roll.


Para alguien nacido en el año 83, es decir, adscrito a la generación de Barcelona 92, Barón Rojo suena a vieja gloria del rock patrio. Y poco más. Es por eso que la primera virtud de este documental consiste en reivindicar la proyección internacional que alcanzó esta banda y la impronta de su música inconformista nacida en plena transición, verdaderos himnos que rivalizaron con las melodías desenfadadas de La Movida pero que no han perdurado de igual modo en la memoria colectiva. Javier Paniagua y José San Cristóbal podrían haber aprovechado la reunión de la formación original con ocasión de una gira de aniversario para componer un producto destinado a los fans del grupo, pero su película se aleja por momentos de la nostalgia elegíaca y las vidas actuales de Sherpa, Hermes y los hermanos de Castro para hablarnos de viejas heridas y desencuentros. Si algo queda claro es que Barón Rojo nunca fue un conjunto propiamente dicho, sino más bien dos bandos enfrentados entre sí.

A las escasas pero interesantísimas imágenes de archivo les acompañan testimonios de gente como El Pirata, Mariskal Romero o Enrique Bunbury. Por ahí aparece también el productor musical Chris Tsangarides, al que algunos recordarán por su participación en la excepcional Anvil. El sueño de una banda de Rock. No es una referencia gratuita. Al igual que hiciera Sacha Gervasi en aquel documental, los directores elaboran una biografía alejada del glamour y las mieles del triunfo que suelen asociarse al estrellato del rock. Más amarga si cabe, puesto que aquí no hay camaradería ni reconciliación posible, tan solo un reencuentro en forma de foto de cara a la galería. Es una pena que no se quiera -o pueda- indagar más en los motivos personales que llevaron a la ruptura de los primeros Barón Rojo. Que cada cual saque sus propias conclusiones sobre quienes son los malos de la película. Efectivamente, los viejos rockeros nunca mueren, pero algunos tampoco viven lo suficiente para llegar a entenderse.

Fernando Iradier.