En 2009, los miembros de Sham 69 recibieron un correo escrito en un inglés chiripitiflautico. Lo remitía un joven admirador chino, invitándoles a participar junto a su banda en una gira relámpago por el país asiático. Así es como estos pioneros del punk rock se embarcaron en un viaje desde Hastings hasta Shanghai, documentado aquí como un divertidísimo diario de mochilero. El director Dunstan Bruce ya se olía que la cosa iba a dar bastante juego. Apadrinados por Ray, un verdadero figura reconvertido en tour manager, estos cincuentones medio acabados recorren la China de la polución, los contrastes y la desigualdad, vistas desde la ventanilla de un tren. Efectivamente, los problemas no se hacen esperar y la clásica bronca entre cantante y guitarrista desemboca en unos bolos desastrosos. De hecho, uno llega a pensar que la banda superó los controles gubernamentales que impidieron tocar en el país a gente como Oasis porque absolutamente nadie los estaba tomando en serio.
A los que tenemos asumido que los Sex Pistols eran un fraude nos puede sorprender el idealismo de unos músicos que no parecen ser conscientes de hasta qué punto el punk rock se ha convertido en una música vacía de contenido, del mismo modo que la plaza de Tian’anmen es ahora un reclamo turístico en el que se venden souvenirs. Hay una cierta sensación de déjà vu en todo esto. Al igual que sucedía con el viaje de John Forté en The Russian Winter o las desventuras de Anvil en El sueño de una banda de rock, Sham 69 se buscan a sí mismos en tierra extranjera. No parece que lleguen a encontrarse, a tenor de ese desenlace agridulce después de los créditos. Bien pensado, poco importa si aquella gira fue o no un fracaso. La música es una energía renovable y hay algo tremendamente subversivo en el hecho de llevar un estilo de combate que dejó de tener sentido a otros lugares en los que tal vez siga siendo necesario. La primera banda de punk británico en visitar China. Ahí queda eso.
Fernando Iradier.